Corría Noviembre del año 1095, el papa Urbano II se aprestaba a dar el mas importante discurso de su vida en el Concilio de Clermont, frente a una multitud de nobles y clérigos, y bajo el manto de su autoridad como máximo exponente del cristianismo de la época, Urbano II llamaba a todos, ricos y pobres, libres y esclavos, viejos y jóvenes, a empuñar en sus manos las armas y derramar la sangre del impío musulmán que ha osado usurpar la tierra sagrada, todo esto en nombre de Dios y a cambio del perdón total de los pecados y del poder morir con la dignidad de un héroe. Los gritos en el concilio no se hicieron esperar, hondonadas de jubilosos hombres de guerra cansados de las luchas internar gritando al unísono “Deus Vult” es la voluntad de Dios. Nacía la primera cruzada.
Meses después del llamado del papa Urbano, los señores franceses se preparaban, aunque muy lentamente, para afrontar el viaje a tierra santa ante la desesperación de la gente del común que ya quería ir a redimirse con la sangre infiel. Cansado de esperar, un monje, de quien alguien en una crónica escribió “su carisma y su oratoria eran apenas comparables con su nauseabundo olor, que era percibido a la distancia” llamado Pedro el Ermitaño, decidió adelantar su propia cruzada. Reclutando gente de pueblo en pueblo, en su gran mayoría gente pobre, mendigos y campesinos sin ningún entrenamiento militar. Al final, el ejército de “La Cruzada de los Pobres” contó con más de 100.000 combatientes, incluyendo niños, ancianos y mujeres.
Pedro el ermitaño con el Patriarca de Jerusalem |
Pedro y su Ejercito |
La Cruzada de los Pobres comenzó su feliz odisea rumbo a tierra santa, aquellos alegres soldados de Dios, iban de pueblo en pueblo saqueando, amenazando, quemando y asesinando judíos, moros, turcos, cristianos ortodoxos e incluso buenos cristianos obedientes de roma que se negaban a colaborar a la causa divina con sus bienes y riquezas. Fue así como la cruzada de los pobres atravesó Hungría, Bulgaria y fue así como finalmente llegó a Constantinopla.
En Constantinopla reinaba Alexius I, quien al ver llegar tremenda multitud de clasudos hombres del medioevo decidió impedir que entraran a la ciudad primero con la persuasión, luego con el soborno, y finalmente con la fuerza, obligándolos a proseguir su cruzada por el Asia menor, donde él sabía muy bien que encontrarían la muerte segura a manos de los Turcos. Efectivamente la cruzada de los pobres nunca llegó a tierra santa y fue despedazada en el desierto. Los pocos sobrevivientes de este primer intento de cruzada, entre ellos el mismo Pedro, volvieron a Constantinopla donde ya para ese momento, habían arribado la Cruzada de los Príncipes, los soldados.
La Cruzada de los Príncipes |
No hay comentarios:
Publicar un comentario